Paula Seufferheld nació en Palmira (San Martín, Mendoza) en 1974. Es Licenciada y Profesora de Comunicación Social y Profesora de Lengua y Literatura. Se desempeña como docente en instituciones de nivel secundario y terciario de la zona este. Publica sus textos poéticos y narrativos en su blog Proyecto María Castaña desde 2007. En 2009 participó de la antología de poesía mendocina contemporánea La ruptura del silencio. Además es redactora de la revista de poesía y reflexión El Desaguadero. El pan de la soledad, publicado por Libros de Piedra Infinita en 2013 y presentado en la Feria del Libro de Mendoza de ese año, es su primer poemario.
* * *
El pan de la soledad
«Con el pan de la soledad esa vida fue creciendo»
(A fuego y piel, Sandro- R. López- V. Caro)
mantel de hule
olor lejano pero exacto
a lavandina
se asienta de un golpe seco
el pan de la soledad
guiso de arroz
el sonido de noticias
siempre ajenas
ella cruje con el pan
en el borde de una silla
pan que alimenta
su muerte mínima
pan abismo
cayendo en su hambre
pan duro
que arrastra la piedra
de sus días
Distancia (XI)
«tan lejos como puedas es demasiado cerca
no hay cuchillo tan lento»
(principio de permanencia, Laura Yasan)
no hay distancia física
(la probaste, ¿te acordás?)
y en un páramo perdido gritaste
y en lugar de tu eco
hallaste esa voz que insiste
que no da tregua, que persigue
escapar es girar en círculos
y la distancia un acto imposible
atrás sodoma, fuego y azufre
para los condenados pecadores
el desastre
aunque no girés la cabeza
el resplandor de la ciudad incendiada
se refleja en los objetos que tenés por delante
orfeo miró
y terminó perdiendo el amor para siempre
atrás no está eurídice
bien podría estarlo
reemplazar los terrores de sodoma
mirar y perder
eso es lo que querés, perder
olvidar, aquí y ahora
pero el olvido se demora
apenas se arrastra en su letanía de caracol
y girás pero la luz del cielo
y su tormenta te enceguecen
no ves a quien amás
y agradeces el acto piadoso
de esa naturaleza encrespada
cuando volvés la espalda
seguís siendo un hato de carne y huesos caliente
excitado concentrado en tu huida
las aguas forman remolinos
y dejarte arrastrar es volver al centro
como en un disco de vinilo
la melodía de tu sangre es disonante violenta
y adquiere la contundencia de las olas
al romper contra las piedras
si el camino es el círculo
el disco que vuelve hacia su centro
mientras la púa dibuja el surco
o el dedo que da forma al remolino de agua
si convertirte en estatua de sal
es ver por una eternidad unos ojos implorando
conviene abandonar tu fe en la distancia
y dejarte desangrar hasta el olvido
(de El pan de la soledad)
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